miércoles, 23 de enero de 2008

Pecho de paloma

La voz interior

Cumplía ocho años y mis viejos me hacían el regalo perfecto. Ese que me marcaría de por vida y que de alguna manera haría un boceto de lo que iban a ser mis inquietudes musicales, y por qué no, una concepción del lugar donde nacía y crecía. Se trataba del casete “Todos Juntos” de Los Jaivas acompañado de una radio toca cintas. Fue en ese momento cuando comencé a descubrir que el folklore no sólo consistía en tonadas melancólicas acompañadas de guitarras, quenas, charangos, trutrukas, zampoñas, kultrunes y bombos.

Comenzaba a despertar observando todo el universo sonoro que ofrecían estos instrumentos fusionados con la estridencia de la guitarra eléctrica, la profundidad de las cuatro cuerdas del bajo, los sonidos cósmicos de los teclados, un piano acústico siempre en primer plano que viaja desde la nostalgia hasta la algarabía, y la perfección, presencia y potencia de la batería más innovadora de esta aparte del continente. Ante mis oídos tenía la máxima expresión del rock a la chilena. Me encontraba frente a la primera banda que inventaba un sonido en nuestro país. Creadores de una resonancia aún más vanguardista que todas aquellas agrupaciones que hacían mover las cabezas de miles de chascones en Europa y Yanquilandia.

Dentro de la amplia discografía comprometida con el proceso de la Unidad Popular que existía en mi casa, revelaba los textos escritos por Gato Alquinta y Eduardo Parra. Prosa que agradecía a nuestra raíz indígena, a la existencia del sol, la luna, las estrellas, el universo, la tierra y lo hermoso que puede ser un viaje desde la cordillera al mar. Cosmovisión que jamás los llevó a componer la típica canción de protesta, pero que sí denunció la abrupta intromisión colonizadora en los pueblos originarios y que les valiera vivir el exilio en Argentina y Francia. Países que los llevaron a descubrir (sobre todo Argentina) toda la riqueza de sus paisajes traducidos en ritmos y ondas acústicas.

De esta manera la discografía de Los Jaivas y el agudo pregón de Gato Alquinta se transformaron en mi banda sonora a partir de eventos como cuando hice rondas con mi hermano bailando la “Marcha al Interior del Espíritu”; para luego recorrer Chile entero al escuchar temas como “Danzas” composición que une sin problemas el norte con el sur al son del charango, la zampoña y la base rítmica mapuche; continuando por descubrir el imponente marco musical creado para las “Alturas de Macchu Picchu” poema de Neruda incluido en el Canto General; y después darme cuenta de la omnipotencia de las canciones de Violeta Parra interpretadas con sonido Jaiva; o al comprender esa desgarradora despedida en “La Conquistada” o la invitación a recorrer el cielo y el mar en “Mira Niñita”; o envolviéndome de sicodelia andina en ese viaje de quince minutos llamado “Tarka y Ocarina”; o al conocer la patagonia argentina a través de “Canción del Sur”; o cuando en Perú se calla para siempre la impresionante batería de Gabriel Parra; o al admirar a ese indio Inca que con charango en mano observa las estrellas y que se constituye en el símbolo que acompaña todos los discos y mi brazo izquierdo… hasta aquella mañana de enero del 2003 en que comencé a recibir numerosas llamadas de saludos y condolencia, porque la noticia adquiría ribetes nacionales.

Por primera vez se me moría un ser querido, alguien que jamás conocí en persona pero sí a la perfección sobre el escenario. Por primera vez hacía una fila de cuadras para despedir a un muerto. Por primera vez lloraba callado. Había muerto Gato Alquinta. Como habría titulado un diario… había muerto “La Voz de Chile”. Había muerto parte de mi voz interior.

En conmemoración del quinto aniversario de la muerte de Eduardo "Gato" Alquinta.

Italo Franzani

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estan buenos tus post, congratulations!. Siempre es bueno conmemorar a las personas que han marcado la historia personal, familiar, de una región,o un país.
Y como disfruté de regalos similares en mi infancia no puedo decir menos que ¡grande Gato!

Anónimo dijo...

Buena loco! esa gente bella que influye en nuestras vidas y en nuestro lugar de origen es la que debemos recordar!
... a la otra, también... jamás olvidar !!

Anónimo dijo...

No es un alias!!! simplemente un apodo que al español es vecino(a) o si prefieres "Veci" a veces tengo la debilidad del spanglish, ja!
Saludos Italo.

chilesiguesocialista dijo...

Simplemente, parafrasear. Hermano de la mano un mar de gente te enseñará cómo hacer hablar al sentimiento. Los Jaivas, lo máximo, el summum del placer sonoro.

PD: Los Jaivas nunca fueron exiliados, ellos se retiraron solos para no seguir viendo "el río de sangre que corre por los contornos del mundo".

Saludos cordiales,

Anónimo dijo...

Sí claro, para se precisos se autoexiliaron. según mi parecer viene a ser lo mismo, fueron sabios, creo que en chile en dictadura jamás hubiesen compuesto cosas cosas como macchu picchu, lugar que vinieron a conocer mucho después... notables !!

Saludos !!