viernes, 14 de noviembre de 2008

Un nuevo monumento a la dictadura


No contentos con el Binominal y las ataduras a la democracia, la Alianza se revuelca como chancho en su barro con este memorial al ideologo de la dictadura, Jaime Guzman.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Los mentirosos de siempre

Se puede hablar de pedofília, de incesto, de violación, de sexo y orgías, de cocaína, de pobres angustiados en pasta base, se puede hablar de violencia real, de lo injusta que es la educación, de asesinatos en Villa Francia, discriminación o de estafas, pero en ningún caso se puede hablar mal de Agustín Edwards y su diario “El Mercurio”...


“El diario de Agustín”, la última película del documentalista Ignacio Agüero, sería la que abriría la última versión del Festival Internacional de Cine Documental FIDOCS, y si bien no habla particularmente mal de nadie, es un claro ejercicio por poner en pantalla lo que todos sabemos pero no decimos.

“El Mercurio” se ha dedicado, desde muchos años atrás (mas de lo que imaginamos) a generar un imaginario de nuestra sociedad desde un prisma conservador y derechista muchas veces barnizado de progresismo pop. Para nuestra generación, la “Zona de contacto”, ese pasquín pseudo revoltoso que sirviese de plataforma a gente como Alberto Fuguet o Nicolás López para hablar de nada, es el mencionado “Diario de Agustín”. Es el mismo que en dictadura realizase montajes para, por ejemplo, hacer parecer verosímil y correcto que el mar devolviese a una dirigente comunista que había sido brutalmente torturada y luego lanzada a las profundidades desde un helicóptero, con una fantasmagórica imagen de Pablo Honorato en el background siniestro no solo de ese hecho puntual, sino de una década.

La película es un ejercicio limitante, una “funa” contextualizada en el marco de una tesis de grado realizada por estudiantes de periodismo de la Universidad de Chile. No quiero ser descortés con los periodistas que gentilmente publicarán esta columna, pero en síntesis, cada vez que asoma el periodismo, la película entra en un profundo marasmo. ¿De que sirve llegar a enjuiciar (no a “entrevistar”) a un ex integrante del directorio del periódico, siendo que la “revancha” se reduce a una pataleta del entrevistado que se pone de pié y se va cuando las preguntas parecen no agradarle?

Se puede decir que hay dos películas en una. La de Ignacio Agüero, aquella preocupada por develar, comprobar y evidenciar al menos cuatro grandes montajes y mentiras creadas por el diario, con el fin de apoyar o camuflar acciones represivas de la dictadura, tal como el caso de los 119 miristas asesinados en 1974 y de los que no se tiene ninguna certeza de su paradero hasta este momento. Una segunda película, ni siquiera da para película. Es el registro de un rastreo a veces ingenuo, a veces cómico, de un grupo de estudiantes que hacen su tesis sobre el rol político de “El Mercurio” básicamente en su rol profundamente anticomunista.

Esta segunda película es precisamente la que anula a la primera. Con un protagonismo y afán de choreza de parte de los estudiantes que, invasivos, no dudan en llegar en un grupo de seis, con cámaras y sonido, a entrevistar ya no para una tesis, sino para “un documental”, sometiendo indirectamente a los derechistas y conspicuos entrevistados a un montaje, tal como uno de los muchos de los que fueron partícipes en otros años, o en estos también pero de manera menos evidente. Este documental es la subversión de roles, donde nuevamente “el fin justifica los medios”, y esa choreza se termina convirtiendo en una actitud arrogante, donde no podemos realmente entender esa compleja desmitificación del rol de un diario en la concepción social de nuestro país. Ese intento de ser una aguda mirada, termina cayendo en la aguda autoreferencia de este grupo “investigativo”, y termina limitando las miles de lecturas del poder que ejercen ciertos personajes que desde lo oscuro determinan mas de lo que aparece en la TV.

La película en si es molesta. Hoy, “El Mercurio” ha omitido la existencia del FIDOCS, y debe haber ejercido una presión que ni la imaginamos sobre la Universidad Católica, donde se realiza el Festival. Al ser una película “polémica” (por que, reconozcámoslo, a todos le gusta la polémica cuando la hacen otros), la noche inaugural se llenó de gente que buscaba ser polémica. La singular velada, animada extrañamente por un rostro de Televisión Nacional, dejó caer silbatinas sobre cada entidad “oficialista” que era mencionada o simplemente aludida. Paulina Urrutia se llevó la peor parte, siendo abucheada en su eterno discurso empresarial, donde trataba de mostrar un mundo ideal que solo existe bajo su interpretación de lo que significa avanzar en cultura en Chile.

La noche del estreno todos se sentían con el derecho a reclamar a la autoridad, entendiendo que “El Mercurio” es una autoridad en esencia. Pero el chiste quedó mal contado, por que esta generación que se divierte pifiando, es la misma que se retorcía de la risa con los chistes clasistas de la “Zona”, que no podía entender como alguien como Fuguet relatara la realidad local tan bien a pesar de haber vivido y admirado el primer mundo desde siempre, la misma generación que hoy encuentra los años ochenta demasiado “cool”, que ama las fiestas “kitsch” y que casualmente se abraza cada vez que se gana el Fondart.

He pensado una semana entera en la película, y quizá eso hace que la película sea buena. Casi ninguna película de ahora deja pensando a nadie. Pero si quedé pensando en lo que no fue, en los que están afuera de la pantalla, en los mentirosos, en los que dicen una cosa y hacen otra, en los que se sintieron mal por no estar en esa película, que no fueron parte de un proyecto que no teme exhibir al poderoso, y ser tan tremendamente generoso que renuncia a su propia imagen con tal de evidenciar lo terriblemente cruel que puede ser una mentira. Pensé en aquellos que pifiaron pero que nunca harán una película así aunque la ovacionen de pié, por que el poder los atrae, los financia, les da estatus y categoría. Les da cargos, escritorios con teléfono y café de grano, les da palms, viajes a Festivales de Cine, titulares y pisco sour gratis.

Esa noche todos jugaron a ser irreverentes de trasnoche, a ser polémicos de inauguración, esa noche todos jugaron a ser, esencialmente, mentirosos.

Por Luis Horta

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