jueves, 31 de enero de 2008

Editorial

Si la muerte pisa mi huerto

Últimamente, la idea de la muerte me ha rondado más de cerca, no sólo por situaciones familiares, ni por que este más viejo, o por los desvarios suicidas que me dan de tanto en tanto, sino por que he visto como se ha llevado, en un período de tiempo relativamente corto, a un montón de gente que dificilmente será "reemplazada".

Como en la escena que corona "El séptimo sello", la danza de la muerte no reconoce ni credo ni posición, y en su ritmo integra al bufón, al caballero y al señor. Al patio de los callados ya han ido a parar, en menso de un año, el mismísimo Bergman, Bobby Fischer, Dumbledore, Julio Martínez, Patricia Verdugo, Fabián Bielinsky, el Capitán América, sin contar a Volodia Teitelboim, quien supe falleció mientras yo escribía esta columna.

Lo que me preocupa de esta moda de andar muriéndose no es que habrá más allá, ahora que Benedicto XVI reconoció la inexistencia del purgatorio, o nos salvamos o nos vamos derecho al infierno, sin medias tintas. El punto es ¿Donde está el faro? ¿Dónde está la generación de recambio de grandes pensadores que desde el siglo XIX trataron de dar una respuesta al modelo de desarrollo del hombre? Los grandes inventores, ideólogos y revolucionarios han sido lentamente cambiados por los tentáculos del Leviathan como piezas de Go, reemplazados por tecnócratas, burócratas, caudillos y oligarcas que pretenden conservar su pedazo de pastel a cualquier costo.

El sistema, modelo, o como le llamen, como todo ente vivo y dinámico, trata de perpetuarse, de cimentar bases donde sostenerse, sin embargo, el factor humano resulta más fuerte. Haciendo agua por todos lados, como una olla a presión sobrecargada, destruyendo el medio, la máquina avanza con una inercia imparable. Oponerse a ella genera entropía, que es basicamente no avanzar hacia ningún lado. Quizás nuestro peak ya pasó, la velocidad con la que vivimos hoy no nos permite ver y ni pensar con profundidad y usualmente parecemos niños embobados con las luces del árbol de Navidad.

¿Paranoide? Si, probablemente. Pero después no digan que no les avisé. El 2012 se viene la hecatombe. El cambio climático puede llegar a cambiar la tierra de eje, sumiéndonos en un cataclismo de nivel interestelar. eso, si nos nos hacemos mierda a bombazos nucleares antes o que la naturaleza se encargue de borrarnos del mapa como ya parece estar haciendo por partes. Bien nos vendría un borrón y cuenta nueva, total, ya sabemos donde la cagamos.

Erick Milla
erick.milla@gmail.com

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