martes, 8 de abril de 2008

Mirándose el ombligo

La necesidad de premiar en Chile es una costumbre tan impregnada como la de tirar el ramo de la novia o el no querer cambiarle el nombre a la calle 11 de Septiembre. La imperiosa necesidad de decir “tenemos a los mejores”, de subirse al podio, de hablar delante de todos con aire ceremonioso, la habitual enfermedad de subirse al escenario a ser reconocido como el mejor de una expresión donde siempre han triunfado los peores es, de alguna manera, un producto fundamental de la concepción de arte que se ha de entregar generación tras generación.

Los Altazor 2008 son la continuación de esa seguidilla de actos destinados a no dejarnos ver como inferiores, de ser ganadores, y de mostrar como a pesar de todo, en Chile se hace cultura. Tras ver a Francisco Brugnoli como presentador de una premiación, queda claro que el límite entre festividad kitsch y mezcla posmo es una realidad que pocas veces logra confluir de manera tan única como en este evento. Extraño, por decir lo menos. Sobre todo cuando las palabras de la misma Presidenta hacen referencia a la “entretención”, y un señor en la transmisión televisiva habla sin pudor alguno de las empresas culturales.

Quizá esta premiación es de ellos, de los “entretenedores”, de los “empresarios culturales”, que se dedican permanentemente a tratar de insertarse al “mercado” con cortes de pelo raros y ropas olorosas con las cuales los artistas pobres podrían hacer varias instalaciones anuales. Me cuesta mucho tratar de imaginar a la Ministra de Cultura comprando el último disco de los Fiskales Ad Hok, uno de los nominados de este año.

Los artistas y los ganadores se suceden unos tras otros. Y noto que en cada uno de ellos no aparece lo que cuesta vivir, o subvivir mejor dicho, si uno se dedica a la producción artística en Chile. Son personas que no existen, que da la sensación que no producen, unos beneficiados del Fondart y de sus familias de los que nunca iremos a ver sus expresiones sufridas del arte. No dejo de pensar en los diferentes perdedores, los nunca nominados y los que nunca serán nominados, aquellos que se murieron en la miseria sin recibir una gratificación de ningún Gobierno. Pienso en ellos cuando veo a una sonriente Ministra aplaudiendo (demasiado) eufórica, pero que se muestra ausente de las expresiones radicales y vanguardistas, como aquella obra censurada hace algunos meses atrás en la misma Universidad Católica que la vio egresar, y sobre la que nada tuvo que decir cuando prácticamente expulsaron al docente que debe ser el autor mas interesante que ha aparecido en el teatro chileno de los últimos años.

La oficialidad, en su máxima expresión, se premia a si misma, aristocráticamente, pomposamente, con orquesta y animadores, todo en un mismo lugar, ante la carencia de premios, de reconocimientos, de actitud frente a la concepción del arte. ¿Vale la pena invertir en un evento de esta envergadura mientras por otro costado se siguen negando presupuesto a miles de proyectos? ¿Mientras en otras instancias los actores de 80 años se mueren en el olvido sin previsión? ¿Mientras mañana, otro cesante tendrá que buscar trabajo en un Blockbuster por que el Fondart no le da un centavo para realizar un proyecto?

Recuerdo la frase de Jean Paul Sartre cuando se negó a recibir el premio Nobel (el mismo que los snob de siempre quieren entregarle al viejo Parra por su producción artística de hace sesenta años atrás): “los lazos entre el hombre y la cultura debían de desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones”. Pero en Chile, las instituciones, en si misma, terminan siendo una acción de arte. Kitsch y banal, pero acción de arte en su amplio sentido.

Por Luis Horta.

5 comentarios:

Patricioe.- dijo...

Concuerdo absolutamente. Refiriéndome es especial a la ceremonia de los Altazor, puedo decir que fue una de las peores cosas que he visto en televisión. No hablo de falta de glamour, sino del pobre interés de sus organizadores.

Anónimo dijo...

Me perdí mis queridos. Una pregunta de forma y no de fondo respecto a lo expuesto. ¿Quién es Luis Horta?. Pensé que eran tres las cabezas pensantes de este blog,a saber, Erick, Italo y Patricio (y los señalo en orden alfabético, no necesariamente de importancia).

Patricioe.- dijo...

Hola Anónimo: Es un invitado de Erick. A la brevedad nos dará su perfil.

Erick Milla dijo...

A ver, vamos por parte:
en primer lugar, al menos respecto al orden de la primera parte de los invilucrados en este blog, SI estás en lo correcto y escribiste en orden de importancia, al menos en lo que se refiere al primer nombre.

Luis Horta es un director y restaurador de cine -"Caliche sangriento" fue uno de sus últimos trabajos de de restauración- que decidió aportar y envió su nota previo contacto conmigo. Una suerte de villano invitado, como podríamos llamarle, así como otros que se le unirán, según sea la ocasión.

Ta-tá

Escribo, a veces dijo...

jajaja
representante legal, pon que era columnista desde antes, aunque todos putearan las columnas por resentido adios