domingo, 1 de junio de 2008

Bad boys, bad boys, what you gonna do...

"Un paco menos", fue la primera reflexión que se me vino a la cabeza. Pero la verdad no se trataba de uno de esos que vemos en nuestras calles, vestidos de Robocop, lanzando chorros de agua y gas lacrimógeno a la gente por doquier, haciendo más irrespirable nuestra ciudad, persiguiendo y agarrando a patadas a cabros chicos, que también de uniforme, son detenidos dentro de sus propios liceos.

No dejaba de existir uno de esos uniformados que se pasea en zorrillo, guanaco, micro, en moto o a caballo, generando violencia en cualquier marcha ciudadana. No moría trágicamente un paco de esos que con estricta obediencia a los militares, servía de carne de cañón a la dictadura y era puesto en la calle a combatir la resistencia, para luego ser cobrado como una nueva baja oficialista. Tampoco fallecía uno de esos policías a quienes estaba dedicado el llamado: “Haga Patria, Mate a un Paco”.

Esta vez se trata de la muerte de un carabinero, hombre, esposo, padre, ciudadano y chileno ejemplar. Director de la institución más confiable del país según la opinión de las personas. “El General del Pueblo” fue astutamente apodado por la prensa que en ese instante comenzaba una descarada carrera por obtener el relato y la imagen más conmovedora y de paso, llenar con puntos de rating los bolsillos de cada canal de TV. La imagen del General Director se encumbraba hacia la santidad gracias a los datos de su vida personal que aportaban los noticieros, dilatando el reality de su rito de muerte por tres días sin respiro.

En esta oportunidad se despedía al autor de la frase “Matar a un carabinero es matar al país” de seguro la cuña más célebre del malogrado general y la más recurrida por las notas de archivo. Se despedía el jefe de la cara amable de la policía, aquella que invocamos instantáneamente cuando en problemas nos encontramos, o esa que sacamos en cara con orgullo a la hora de compararnos con el resto de América Latina. Fue justamente este sentimiento patriota que el gobierno se preocupó de resaltar, autorizando al Estado para sacar pacos a las calles y reprimir cualquier manifestación o masa descontenta y hastiada de atropellos que por décadas las autoridades no han sabido ni querido resolver.

Por Italo Franzani

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