Las mujeres y los niños primero

Cuando pensaba en un tema para estas líneas sabía que tenía que tocar las aristas de la liberación de Ingrid Betancourt, la colombiana que estuvo seis años secuestrada por las FARC y que a la hora de su reaparición pública, tras su rescate, aparece con casi tantos ímpetus como los que evidenció Augusto Pinochet tras regresar de su detención en Londres.

Tenía muchas ganas de buscar cada detalle que hiciera que nuestros "picolectores" meditaran sobre lo que nos ofrecían los medios. Afortunadamente la prensa internacional le ha dado bastantes vueltas al asunto y ha acusado los puntos que no cuadran en la versión oficial, que no da a conocer cómo esta mujer que hace un par de meses estaba al borde la muerte, por su precario estado de salud, hoy la vemos fuerte, sin aparentes secuelas sicológicas y con evidentes aspiraciones políticas o, al menos, de participar activamente en ese ruedo.

Hasta acá todo normal, podríamos decir. Sin embargo, pienso que la decisión del Gobierno de Chile de postular a la señora Betancourt al Premio Nobel de la Paz es, por lo bajo, una falta de respeto para miles de personas. Sí, porque según los argumentos de la administración Bachelet su situación es "un mensaje de creencia en la fortaleza del espíritu humano, de paz y un repudio definitivo a toda forma de terrorismo en el mundo".

En ese sentido he visto aprovechamientos políticos de situaciones absurdas, pero ésta es sin duda la más mediocre y menos trabajada de todas. No sé qué pensaban los asesores de la Presidencia al aceptar que tal estupidez se llevara a cabo, a no ser que ahora pretendan postular, bajos los cánones utilizados, a los detenidos desaparecidos de la dictadura militar en nuestro país o a los miles de judíos que estuvieron en los campos de concentración nazis durante la segunda guerra mundial, por nombrar a otros merecedores a la nominación que calzarían con los "nuevos" criterios.

Patricio Espinoza